“¿Por qué me apodaron Pelé?”

Los saco del librero y empiezo a hojearlos para extraer breves relatos de la vida del Rey. Son 75 en total en honor a la edad que cumplió ayer.

Son: Pelé, memorias del mejor futbolista de todos los tiempos.

Pelé, porque el fútbol importa.

Pelé, el rey de la pelota.

Es para darse gusto. Muchas son historias poco conocida. Son joyas contadas por el propio Edson Arantes do Nascimento.

Buen provecho. ¡Y feliz sábado!

 

  1. Me llamaron Edson en honor a Thomas Edison porque la bombilla había llegado a la ciudad cuando nací en 1940. Omitieron una letra, pero siempre me ha gustado este nombre.

2. Mi padre estaba haciendo el servicio militar obligatoria cuando conoció a mi madre Celeste, que era estudiante. Se casaron cuando ella tenía quince años, y a los dieciséis ya estaba embarazada de mí.

3. Mi padre, Joao Ramos do Nascimento, Dondihno, tenía 25 años cuando jugó su primer partido con el Atlético Mineiro. Fue contra el Sao Cristovao, pero chocó contra un defensa llamado Augusto y allí terminó su carrera por una lesión de rodillas.

4. Mis hermanos y yo teníamos ropa de segunda mano, muchas veces confeccionada con sacos de trigo. No había dinero para zapato.

5. A veces, la única comida que mamá podía darnos era pan con una rodaja de plátanos.

6. Mi madre no quería que yo jugara fútbol y cuando se daba cuenta me castigaba. “Después no te quejés –le decía a mi padre-, cuando tu hijo se muera de hambre”.

7. Mi padre le respondía: “No te preocupés, Celeste, que si aprende a usar la izquierda no tendrás nada de qué preocuparte”.

8. Cuando Brasil organizó el Mundial de 1950, mi padre decía “La Copa es nuestra”.

9. Una tarde, mi padre llegó muy molesto y me regañó. “Caminé por la calle donde estabas jugando y vi cómo te burlabas de los demás jugadores. Tenés que respetarlos. Ese talento que tenés fue Dios quien te lo dio. Los otros chicos no fueron bendecidos de esa manera, pero eso no te da derecho a actuar así”.

10. Mi papá siempre me daba este consejo: “Sos apenas un niño, no has ganado ni hecho nada. Cuando hayás logrado algo podrás celebrar. ¡Pero incluso entonces lo harás con humildad!”.

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11. Papá estaba de espaldas, mirando por la ventana. Se dio vuelta cuando lo llamé con lágrimas resbalando por las mejillas. “Brasil perdió, Brasil perdió”, dijo. Uruguay era el campeón de 1950.

12. Había jugador los dos últimos años en el BAC. Waldemar de Brito, entrenador de los juveniles, estaba seguro que yo tenía un talento especial y había concertado una prueba con el Santos.

13. Marcharme de Bauru fue desgarrador para mí. Mi abuela Ambrosina lloraban desconsoladamente. “Sé que nos harás sentir orgullosos”, me dijo mi madre.

14. “Toda va a estar bien, no te preocupés. Serás todo un éxito”, me dijo mi padre en mi primer día con el Santos.

15. Yo dormía en un cuarto debajo de las gradas del estadio y me sentía triste y desesperado por estar lejos de mi familia.

16. No hablés con la prensa, pues tratarán de hacerte quedar como un tonto; tené cuidado con los cigarrillos y las mujeres son problemas –me decía Waldemar.

17. Tenía quince años cuando ví lo que tanto deseaba… Brillaba allá a lo lejos, azul e increíblemente grande, más grande de lo que había imaginado. Estaba tan emocionado que grité y desperté a los demás pasajeros que iban en el bus. ¡Era la primera vez que veía el mar!

18. En mi primer entrenamiento, Lula, el entrenador, puso a Formiga, un defensa muy habilidoso que había jugado varias veces con la selección de Brasil, a marcarme. Logré driblarlo dos veces y lanzar un montón de balones a la portería. “Te ves muy bien, seguí trabajando… ¡Y comé! ¡Dios mío, tenés que crecer”, me dijo Lula.

19. Santos tenía un gimnasio y yo recibía clases de karate y mi cuerpo comenzó a llenarse de músculos. Mis primeros partidos fueron con el equipo juvenil.

20. Santos tuvo un partido amistoso en Cubatao, pero varios jugadores titulares no pudieron ir, así que yo tuve mi oportunidad. Ganamos 6 a 1 y yo anoté cuatro goles.

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¿POR QUÉ PELÉ?

21. El 7 de septiembre de 1956 -fecha de independencia de Brasil-, jugué mi primer partido oficial con el Santos. Fue contra el Corinthians. No era el Corinthians famoso, sino que un club pequeño de los suburbios de Sao Paulo. Apenas unos instantes después de entrar a la cancha anoté mi primer gol. La prensa empezó a exigir que me hicieran jugar más minutos.

22. Del Vecchio y Vasconcelos eran los titulares y yo tenía que esperar. Sin embargo, Vasconcelos se fracturó una pierna tras chocar con un rival y así empecé a jugar de titular y ya nunca más dejaría ese puesto.

23. Ha habido un montón teorías descabelladas sobre el origen del apodo PELÉ. Una de ellas es que se trata de una palabra gaélica para el fútbol. Es ingenioso, pero no es verdad. PELÉ también significa maravilla o portento en hebreo, pero tampoco esta se aplica en mi caso.

24. La verdad es un poco decepcionante: nadie sabe a ciencia cierta de dónde salió el apodo PELÉ. Esto, en portugués, no significa nada.

25. Mi tío Jorge tiene una teoría mucho más creíble. Cuando estaba pequeño me ponían a jugar de portero, ya que si lo hacía de delantero, mi equipo empezaba de inmediato a ganar por goleada, y eso desanimaba a todos. Pues bien, el portero del equipo donde jugó mi padre era apodado Bilé, y cuando jugábamos, los niños del barrio decían al ver mis atajadas: “Oigan se cree  Bilé”. El nombre se comenzó a distorsionar y Bilé se convirtió en PELÉ.

26. Yo detestaba ese apodo maldito al comienzo. Después de todo, era una palabra de pacotilla que no significaba nada. Las cosas llegaron al punto que me empecé a pelear con los niños del barrio que me decían PELÉ.

27. Por mi rapidez, en algún momento, breve por cierto, me apodaban Gasolina, pero nunca pude librarme de PELÉ.

28. Pero cuando llegué a Santos comencé a pensar en PELÉ como algo que me daba identidad. Edson era el pobre chico de Bauru, hijo de Dondihno y doña Celeste. Y PELÉ era la estrella en ascenso.

29. Una tarde bajé a la oficina del director del estadio del Santos a realizar mi llamada telefónica semanal a casa, y mi papá, al escuchar mi voz, se quedó casi sin aliento: “¡Creo que te convocaron a la selección de Brasil!”. Comencé a gritar y a bailar de emoción allí mismo de la emoción.

30. Mi padre me dijo: “Hijo, calmate… Dije que CREO que te convocaron. Es que el locutor dijo los nombres por la radio, pero no sé si dijo PELÉ o Telé, el jugador del Fluminense”.

31. Salí corriendo y le pregunté a dos empleados del Santos, pero ninguno sabía nada. Finalmente localicé a Modesto Roma, presidente del equipo en ese entonces. “No hay tal confusión… Recibí una llamada hace unas horas. El convocado es PELÉ. ¡Felicidades, muchacho, llegaste al equipo nacional”.

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32. En apenas tres años, la selección de Brasil tuvo siete entrenadores. En la eliminatoria fuimos goleados 3 a 0 por Argentina y 3 a 2 con Uruguay, nuestro viejo enemigo. Para clasificar a Suecia 58 debíamos ganarle a Perú y lo conseguimos apretadamente 2-1.

33. Los treinta y tres jugadores de la selección fuimos enviados al hospital Santa Casa da Misericordia donde nos hicieron exámenes de todos los tipos. Solo cupo para veintidós en el plantel, así que once serían descartados. A algunos les sacaron los dientes, a otros las amígdalas.

34. Dos jugadores recibieron una revisión exhaustiva. Uno de ellos era Manuel Francisco dos Santos, un puntero derecho del Botafogo al que apodaban Garrincha.

35. La columna vertebral de Garrincha estaba torcida, y la pierna izquierda era seis centímetros más corta que la derecha. Le fue mal en la prueba de aptitud mental y causaron asombro las cicatrices y goles en sus piernas. El otro jugador al que pusieron en la mira del microscopio fui yo.

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Pelé y Garrincha. Brasil nunca perdió un partido cuando ambos estuvieron en la cancha.

36. El veredicto de  Joao Carvalhaes, el sociólogo del equipo fue el siguiente: “PELÉ es obviamente infantil. Le falta el espíritu de lucha necesaria. Es demasiado joven para sentir la agresión y reaccionar con la fortaleza adecuada y no tiene responsabilidad de equipo. No aconsejo que lo llevemos a Suecia”.

37. Puede que tengas razón. ¡Lo que pasa es que no sabés nada de fútbol! Si PELÉ está bien de salud, entonces jigará -le dijo Vicente Feola, el entrenador de  Basil, a Carvalhaes.

38. Tres días antes de viajar a Europa jugamos contra el Corinthians, uno de los más populares de Brasil, en el estadio Pacaembú de Sao Paulo. Fuimos abucheados por nuestra propia afición, porque los  aficionados del Corinthians  estaban molestos porque no les habían convocado a Luizinho, su jugador más querido.

39. Cuando íbamos ya ganando 3 a 1, recibí un balón en el centro del campo cuando de repente sentí como si me acabaran de clavar una aguja caliente en lo más profundo de la rodilla. Grité de dolor mientras los doctores del equipo llegaban en mi auxilio. Pensé de inmediato en mi padre, quien se había lesionado de la rodilla en su primer partido importante. Yo lloraba como un niño… El diagnóstico: un mes lejos de las canchas, con lo que me perdería varios partidos de fogueo y los primeros dos del Mundial. Al final, Feola decidiría llevarme y con eso cambió mi vida.

40. La primera vez que yo viajé en avión fue el 24 de mayo con destino a Europa. La rodilla derecha la llevan envuelta en una venda gigante. En el vuelo nos poníamos apodos locos. Gilmar, el portero, era La Jirafa, por su cuello largo; De Sordi era cabeza, por el tamaño; Dino Sari era rodilla, pues era clavo y su cabeza sin pelos parecía rodilla. Didí era Garza  y Mazzola era Cara de Piedra. Por obvias razones de ironía física, a mi me llamaban  El Alemán.

41. Ya en Suecia, los jugadores más buscados por las muchachas de ese país no eran los altos y guapos, sino que los tres únicos negros: Didí, Moacir y yo. ¡Me imagino que ellas nunca habían visto un negro! Algunas solo querían tocarnos la cara y los brazos.

42. Terminé teniendo una pequeña aventura con una rubia despampanante llamada Ilena, que también tenía diecisiete años. No podíamos comunicarnos mucho, pero tenía una risa maravillosa y caminábamos agarrados de la mano por la ciudad.

43. Una tarde, en una tienda, descubrimos las radios de pilas. Las estuvimos probando, pero Garrincha se negó a comprar una. “No me llevaré ese radio de ninguna manera… ¡No entiendo un carajo lo que dice!”.

44. Garrincha y yo estuvimos en la banca en los dos primeros partidos (3 a 0 a Austria y 0 a 0 con Inglaterra). Para el juego contra la Unión Soviética entraríamos los dos de titulares.

45. Ante los rumores de que Garrincha  y yo íbamos de titulares, los soviéticos enviaron a un espía para seguir nuestros movimientos. Pero cambiamos el horario y cuando llegaron el entrenamiento ya había terminado. Ese encuentro lo ganamos 2 a 0.

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Pelé camina con Zito por las calles de Estocolmo en 1958.

CAMPEÓN DEL MUNDO

46. Mi primer gol en un Mundial se lo anoté a Gales. Yo estaba de espaldas a la portería, reaccioné de manera intuitiva como me había enseñado mi padre, detuve el balón con el pecho, y luego, sin dejarla caer al suelo, lo pasé por encima de la pierna extendida de un defensa galés. El balón rebotó una vez,  me desmarqué con agilidad del defensa y le di un riflazo al balón, enviándolo  a la esquina inferior de la portería. Grité, corrí a la portería y salté de alegría y luego me arrodillé para recoger el balón del fondo de la portería.

47. En la semifinal contra Francia anoté tres goles. Ganamos 5 a 2 y el público empezó a gritar “¡Pelé, Pelé, Pelé!”.

48. Suecia, el país anfitrión, era nuestra rival en la gran final. Ambos equipos habíamos utilizado camiseta amarilla durante el torneo, así que nosotros tuvimos que usar azul luego de perder el sorteo con el lanzamiento de una moneda. Alguien había sugerido usar blanco, pero nadie quiso porque ese era el color que Brasil usó en la tragedia del Maracaná.

48. Garrincha se dio cuenta que solo había un partido en la final y que el ganador se convertiría en campeón del mundo. En el torneo estatal de Río de Janeiro, donde jugaba Garrincha, las finales se decidían en dos juegos, ida y vuelta. “¿De verdad que solo es un partido? ¡Qué torneo tan aburrido!”, dijo Garrincha.

49. Suecia empezó ganando 1 a 0, pero Didí, al recoger el balón, gritó: “Bueno, se acabó. ¡Ahora nos toca a nosotros! Cinco minutos después, Garrincha centró y Vavá hizo el empate. Garrincha repetiría la jugada unos minutos más tarde y Vavá hizo el 2 a 1. Así terminó el primer tiempo. Yo hice el tercero al hacerle un sombrerito a un defensa sueco. En ese momento, la multitud sueca empezó a gritar “¡Brasil, Brasil, Brasil!”.

50. Ganamos  5 a 2 la final. Yo hice el quinto -mi segunda de la tarde-, de cabeza, pero luego todo se vlvió negro y me desmayé. Garrincha fue el primero en llegar y me levantó las piernas creyendo poder bombear sangre a mi cabeza. Cuando me desperté, vi a Didí y a Garrincha y empecé a llorar. Siempre he sido un llorón, pero nunca derramé lágrimas con tanta libertad como en esa ocasión. Gilmar me abrazo: “Sigue llorando, chico, que es bueno para vos”. Yo me puse a gritar: “¡Tengo que contarle a mi papá, tengo que contarle a mi papá!”.

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Pelé llora sobre el hombro de Gilmar luego de lograr el título de campeón del mundo en 1958.

51. Parling, el defensa sueco encargado de marcarme, dijo al final: “Después del quinto gol, hasta yo quería aclamar a PELÉ“.

52. Una multitud nos esperaba en Brasil. Allí estaban mis padres, sonriendo, mientras trataban de guardar la compostura. “Todo el mundo está orgulloso de vos, hijo,”, dijo mi mamá mientras lloraba.

53. En Bauru me regalaron un carro Romi-Isetta, pequeño, de tres llantas. El automóvil era todo un acontecimiento en Brasil en aquella época. Solo había un problema: yo era menor de edad y no podía manejar. Y entonces se lo di a mi papá.

54. El regalo más divertido que me dieron fue un televisor, un monstruo grande, verde y amarillo, pintado con los colores de Brasil que me dieron en Suecia. Solo había un problema: en Bauru, como en la mayor parte de Brasil, aún no había señal de transmisión. Se convirtió en una especie de trofeo que todavía conservo en mi casa.

55.París Match, una de las revistas más importantes del mundo, publicó un reportaje diciendo que había un nuevo rey en el fútbol. Después de eso, la gente en Brasil comenzó a llamarme O Rei: el Rey.

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SI EL FÚTBOL ES UNA GUERRA…

56. Una lesión me impidió jugar todo el Mundial de Chile 62. Fuimos campeones otra vez. La figura del torneo fue Garrincha. El 19 de julio de 1966 di las siguientes declaraciones: “Nunca jugaré otro Mundial. Si el fútbol es una guerra, entonces colgaré mis botines en la pared. Todo ocurrió en el Mundial de Inglaterra 66. En el primer juego contra Bulgaria parecía como si estuviéramos jugando con cuchillos y sin árbitro.  El defensa encargado de marcarme ese día me dio patadas en las piernas y en los tobillos. Ganamos 2 a 0, pero fue el último partido que Garrincha y yo jugados juntos.

57. Perdimos el siguiente juego ante Hungría (3 a 1). Para avanzar a la siguiente ronda debíamos ganarles a los portugueses. Fui pateado sin tregua. Un defensa me hizo una zancadilla y mientras yo trataba de levantarme, vino otro y me hizo una entrada brutal. Me habían roto un ligamento de la rodilla. Nunca tendría la oportunidad de jugar en Wembley,  ni siquiera en un amistoso. Ese es uno de los pocos  y verdaderos pesares de mi carrera,

58. Una noche, antes de un juego contra Corinthians, nos colamos al gimnasio de Santos para ver un partido de  baloncesto femenino. Un de ellas se acercó.

-Hola. Vos sos Pelé, ¿verdad?

-Así es -respondí encantado de que me hubiera reconocido.

-No le ganen por muchos goles al Corinthians -dijo, alejándose.

 

Se llamaba Rose y parecía ser la única persona en el mundo (además de mi familia), que estaba interesada en Edson  y no en Pelé. Se negó durante mucho tiempo a casarse conmigo, hasta que en los meses previos al Mundial de Inglaterra 66 aceptó.

 

59. Inmediatamente llamé a mi papá para preguntarle que pensaba de la oferta que me  había hecho Tetra Pak, una empresa sueca de envases que me hizo una oferta en 1961 para que promocionara sus productos.

 

-No entiendo… Ya tienes un salario -me dijo mi padre.

-Sí, pero sería algo adicional -le expliqué.

-¿Y qué tenés que hacer?

-Decir que me gustan sus productos.

-No sé -dijo mi padre-. Sos un futbolista, no un actor. ¿De verdad te van a pagar por eso?

 

Al final aceptamos la oferta y sería una de las relaciones más duraderas y mejores que he tenido. Eso me abrió las puertas con otras empresas del mundo.

 

VIVA MÉXICO, CABRONES

60. De todos los Mundiales que jugué, el de México fue de lejos el más loco y divertido. Los aficionados mexicanos, que eran muy estridentes y muy conocedores, simplemente nos amaban. Casi todos los que integrábamos el plantes (jugadores y cuerpo técnico), orábamos todas las noches juntos.  Orábamos por los enfermos, por la guerra de Vietnam, por la situación política de Brasil, por la salud de un ser querido.

61. El equipo de Brasil en México 70 no tenía tanto talento como el de Suecia 58. Teníamos debilidades que todo el mundo veía. Pero a medida que rezábamos y pasábamos todos los días juntos, vi algo que no había visto antes: en las prácticas y después de los partidos, nuestro empeño era incluso mejor que la suma de nuestras capacidades. Allí comprendí el verdadero poder de un equipo.

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Pelé en la final del 70 ante Italia.

62. Antes del partido ante los ingleses, Zagallo, nuestro entrenador (apenas tenía 39 años), nos dijo: “No esperen que este partido sea un baile de samba. A los diez minutos del primer tiempo, Jairzinho hizo un centro que yo cabeceé hacia el marco. En ese instante supe que era gol. Pero Gordon Banks, el portero ingles, hizo una atajada increíble al saltar desde el otro palo y sacó la pelota hacia arriba, por encima del travesaño.

63. Después de ese partido con Inglaterra -que ganamos 1 a 0-, alguien se metió en mi habitación y se robó mis catorce camisetas a manera de recuerdo. No me importó, pero me quedé sin nada para el siguiente juego. El equipo consideró incluso pedirle a Bobby Moore, el jugador inglés con quien había intercambiado camiseta, que la devolviera. Al final, me enviaron unas en un avión fletado.

64. Brasil versus Uruguay en una semifinal, veinte años después de la angustia en el Maracaná. No creo que a  Dios le preocupara quién jugaba contra quién en fútbol. Pero simplemente parecía apropiado que ese niño que lloró ese día en Bauru y prometió a su papá que se vengaría, ahora tendría la oportunidad  de jugar contra Uruguay.

65. Tarciso Burgnich, el defensa italiano encargado de marcarme en la final declararía muchos años después: Me dije antes del partido “Pelé está hecho de carne y huesos, como todas las personas”. Pero me equivoqué.

66. Después de ganarle la final a Italia, yo estaba sentado en el camerino. Alguien me dio un golpecito en el hombro, pero yo no miré hacia atrás pensando que era un periodista. Pero Brito me dijo: “Oye, es Zagallo”.

Me di vuelta y me levanté. Nuestro entrenador estaba allí, de pie, llorando. Nos dimos un abrazo largo y apretado,  golpeándonos la espalda. “Teníamos que estar juntos para ser tres veces campeones -le dije llorando-. Esto solo podría haber sucedido con vos. Gracias”.

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Pelé celebra el título del 70 con Rivelino y Tostao.

67. El gobierno militar utilizó nuestra victoria en México 70 para hacer propaganda para ocultar los verdaderos problemas del país. Mientras tanto, las historias de torturas y secuestros se multiplicaban. Lamento no haber dicho nada anteriormente sobre los abusos cometidos en los sesentas y setentas.

68. En la pared de mi oficina en Santos tengo una foto de Dondinho (mi padre) acompañado por mi hijo Edinho y yo. Le estamos dando un beso en la mejilla.

69. Mi padre falleció en 1997 debido a problemas en el corazón.  El fútbol no ha tenido la misma alegría para mí desde entonces. Todos los días lo extraño.

70. Cuando mi padre murió, mi mamá me sorprendió al sacar una vieja reliquia: mi viejo kit de limpiabotas. Casi se me salen los ojos. Pensé que llevaba medio siglo perdido y no sabía dónde lo había guardado ella. Pero allí estaba el viejo cepillo, incluso con un poco de betún endurecido adentro. Adentro había también una vieja moneda de cuatrocientos reis. “¿Qué es esto?”, pregunté. “Es el primer salario que ganaste para nosotros. Lo guardé porque trabajaste muy duro para ganártelo”, me dijo mi madre.

71. Cuando estoy en mi casa en las afueras de Santos, paso largos ratos en mi pequeño jardín trasero. Tengo algunas hierbas,  coles, cebollas y otras verduras.

72. Durante un viaje a Tailandia a finales de los setenta, probé una fruta que me pareció particularmente agradable: el lichi. Como en Brasil no teníamos de esa fruta, decidí introducir algunas semillas de contrabando. Las puse en mi zapatos y mi corazón latía con fuerza cuando llegué a aduana, pero pasé sin problema. Planté las semillas en mi jardín y ahora los árboles están grandes.

73. Sigo viendo a muchos de mis viejos compañeros de la selección y del Santos. Algunos de nosotros -Pepe, Zito, Coutinho y yo-, hemos estado yendo puntualmente cada dos semanas  a la misma barbería en Santos durante los últimos treinta años.

74. La primera vez que vi llorar a mi padre fue cuando perdimos con Uruguay en 1950. “Un día ganaré la Copa del Mundo para ti”, le dije.

75. Una mañana me desperté a las 6:30 decidido a dejar al Santos y regresarme a Bauru. Hice mi maleta y salí de mi habitación. Cuando iba cerca de la puerta escuché una voz:

 

-¡Eh, tú! ¿Quién te ha dado permiso para salir? -dijo Sabuzinho, el encargado de limpieza del club. El reglamento dice que todo menor de edad debe tener autorización escrita para abandonar el edificio.

-La tengo… Solo dejame ir y te la traeré.

-No, no saldrás. O me la traés ahora o no vas a salir.

 

Mi plan de escape había fracasado. Si me hubiese marchado, probablemente el Santos no me hubiese permitido regresar. Sabuzinho fue mi salvador. El hecho que estuviera allí en el momento preciso fue una de las mayores suertes de mi vida.

Yo me quería regresar a casa porque el día anterior había fallado un penal en un torneo sub-16 y por eso perdimos el título. Mandé el  balón encima del travesaño. Los aficionado me abuchearon  y yo empecé a llorar.

 

-Todos cometemos errores a veces -me dijo Sabuzinho-. Lo importante es aprender las lecciones y seguir adelante.

 

Fue un  importante lección en mi vida.