Es difícil encontrar palabras para describir lo uno siente cuando lee la conmovedora historia del alumno de una escuela bilingüe de la capital que fue salvajemente golpeado por varios de sus compañeros.
Y doloroso es saber que estuvo quince días en estado de coma.
Lo primero que se le viene a uno a la mente es decir, y me perdonan la expresión, “Güiros hijos de puta”.
Me imagino que muchos lectores de www.radiohouse.hn sienten lo mismo.
Pero luego, una vez que baja la adrenalina, me pongo a pensar en el agredido, en los momentos horribles de tensión que vivió hasta que fue rematado brutalmente por un palo de golf.
Lo que hicieron se comportaron con una frialdad que da escalofríos. Porque no solo golpearon hasta dejar inconsciente a su víctima, sino que prepararon una escena para aparentar que se trataba de un accidente.
Luego regresaron a la casa donde se estaba realizando la fiesta y no dijeron nada del compañerito que ahora yacía tirado a la orilla de una carretera.
NO SE SABE aún cómo empezaron las cosas. Ni cómo se dieron exactamente los hechos.
Solo conocemos cómo terminaron: con un menor de edad en estado de coma en un la sala de cuidados intensivos de un hospital y su padre y su madre con el corazón destrozado mientras vivían horas de angustia.
El ataque ocurrió en residencial Villa Elena el 12 de septiembre. Es decir, hace 16 días.
Por las redes sociales ya circulan fotografías y nombres de los alumnos agresores. Esto, claro está, es una suposición, porque no ha sido comprobado.
Espero que pronto lo sepamos.
No por morbo.
Tampoco por curiosidad.
Sino porque debe aplicarse justicia.
Y COMO LA ola de rumores no ha parado desde que el caso salió a luz pública, se dice que los agresores son hijos de personas adineradas.
También aseguran que varios de los que participaron directa e indirectamente en el ataque fueron enviados al extranjero.
Otro dato filtrado en redes sociales: los involucrados son de las escuelas La Estancia y Del Campo de Tegucigalpa.
Aquí también quiero referirme al tratamiento que los medios de comunicación le han dado a la noticia, pues han tratado de ocultar (estúpidamente) el nombre de dichas escuelas.
¿Hubieran hecho lo mismo de tratarse del Central, del Guillén Zelaya o del Hibueras?
Por supuesto que no.
Desde allí se nota la odiosa división social: un tratamiento de guante blanco con el que tiene dinero; un tratamiento duro y sin contemplaciones para el que económicamente tienen poco o nada.
PORQUE AQUÍ no es lo mismo llevar apellidos comunes como Flores López, como mi caso, a tener unos que hacen que hasta hacen que la lengua se traben por lo difícil de su pronunciación.
Claro está,: ni la Del Campo ni La Estancia tienen la culpa, porque no son escuelas donde se les dice a los alumnos “Péguele con un palo de golf a alguien si no le cae bien”.
¿Y los padres de los agresores? ¿Qué culpa tienen?
Pues no me atrevería a emitir un juicio, porque no conozco quiénes son los papás de los agresores, ni sé qué tipo de educación les dan a sus hijos.
Acusar a esos padres de tener culpa de lo sucedido me resulta irresponsable y aventurado.
En lo que los padres SÍ serían culpables –y cómplices-, es si intentan proteger a sus hijos con el objetivo de que no se haga justicia con ellos.
Ningún padre quiere pasar por el trago amargo de ver a su hijo en juicio para después ser enviado a una correccional.
Pero ese “error” de darle una golpiza a su compañero –y rematarlo con un palo de golf-, debe ser severamente castigado.
EN OTRAS palabras: los culpables deben pasar cierto tiempo encerrados.
Y lo más seguro es que así sea, porque el Ministerio Público citará en las próximas horas a los seis escolares que le propinaron una paliza a su compañero.
En medio de todo esta historia tan dolorosa hay una luz: que el niño sobrevivió del coma cuando le daban pocas posibilidades de vivir.
¡Eso es un milagro!