Garavito, LA BESTIA: asesino en serie de 200 niños colombianos

Aunque es considerado el mayor asesino en serie del mundo, el colombiano Luis Garavito no se siente una persona peligrosa.

“Soy un ser humano, igual a cualquier otro, con unas fallas, pero no soy peligroso”, le dijo esta semana al periodista vasco Jon Sistiaga.

Conocido como LA BESTIA, purga una condena de 40 años de cárcel por el por secuestro, tortura, homicidio y violación de cerca de niños y niñas. Posiblemente nunca se sabrá la cifra exacta.

Una infancia llena de dolor y abusos sexuales deformó la mente de Garavito, quien, 1992 y 1999, violó asesinó a menores entre los 6 y los 16 años.

Yo me avergüenzo de mi mismo, truncar la vida de un niño, eso no tiene nombre, eso lo reconozco yo, en realidad siento pena y vergüenza -dice en la que es apenas la segunda entrevista que da desde que está preso.

Garavito ha confesado que su siniestro ritual con los niños.

Adoraba manosear a víctimas, pero también las golpeaba, les pateaba el pecho, la cara y el estómago; les saltaba encima, les pisoteaba las manos; les hacía quemaduras con vela. A algunos les amputó dedos, les cercenó las orejas e incluso los genitales; mutiló, desmembró y decapitó.

ÁNGEL DEL MAL

Garavito tenía dos lados. Uno lo impulsaba a violar y torturar niños; el otro, lo hacía llorar de remordimiento, recitar versículos de la Biblia en voz alta con fervor y anhelar el perdón de Dios.

Para su lado sangriento tenía una libreta en que apuntaba el nombre de cada niño violado; y, para su lado bueno, tenía una libreta azul en que anotaba cada versículo aplicable a su crisis.

Su primer asesinato lo hizo en 1992. Antes de eso “únicamente violaba a sus víctimas”, según confiesa.

Recuerdo que después de salir psiquiátrica en 1984, luego de 33 días de tratamiento, los doctores pensaron que me había recuperado pero no era verdad. Cuando salí llegué a Pereira, allí ubiqué dos menores de edad que vivían por el sector de Getsemaní, un centro espiritual campestre. Los metí por un cafetal y los amarré, los despojé de sus ropas y yo también me despojé de mis ropas. Los violé […]. A estos niños me parece que los quemé, los mordí y allí los dejé, pero vivos -relata.

De su primera asesinato dice: “Me transporté a mi infancia, sentí mucho odio, los niños que yo llevaba nunca los mataba, y es allí donde agarro a este menor, empiezo a tasajearlo con una cuchilla y se apodera de mí algo extraño que me decía ´Mate, que con matar ya venga muchas cosas´. Fue así como yo procedí a matarlo, así fue mi primera muerte”.

“Yo estaba bien, tomando, solo con el deseo de escuchar música, no tenia planificado buscar un menor, de pronto de un momento a otro veo pasar a un niño y me pone mal, se me apodera esa fuerza”, dice al recordar su segundo asesinato.

EN LIBERTAD POR BUEN COMPORTAMIENTO

El 22 de abril de 1999, Garavito fue por fin capturado en la ciudad de Villavicencio.

John Iván Sabogal, niño pobre que vendía lotería en las calles de la ciudad de Villavicencio, yacía desnudo y atado de pies y manos a un matorral ubicado en las solitarias afueras de la ciudad.

Luego de ser violado, empezó a gritar con todas sus fuerzas a ver si alguien hacía algo por él.

Por allí estaba un campesino fumando marihuana que, atraído por los gritos se acercó, y al ver lo que sucedía le dijo a Garavito:“¡Oiga, hijueputa, qué le está haciendo a ese niño!”.

El campesino y el niño huyeron de Garavito, quien los perseguía con un puñal.

Garavito fue condenado a la máxima pena existente en Colombia: 40 años…

El pueblo pedía pena de muerte para él, pero el Estado nunca accedió.

Lo triste: debido a su buen comportamiento y a su colaboración en el rastreo de cadáveres, cabe la posibilidad que quede en libertad condicional cuando cumpla unos 24 años de condena, es decir, dentro de 8 años, cuando tenga la edad de 67.